¿Está cautivo? ¿Se somete
renuente al abrazo de
ella? A las garras de terciopelo
que resbalan por su piel
dolorida, al pelaje
que seduce su cuerpo
(lampiño). Cierra los
ojos. Es
el mártir cristiano
desmayado en la arena
el eterno asceta en el
desierto
con estigmas en las manos. Es
su hijo púber, su hermano,
el antiguo
emperador de piedra que la
va
a desollar viva. Satanás
de pie ante su aquelarre
mientras ella teje
alrededor su docena;
se
recuesta
en la columna de mármol,
roto
San
Sebastián
herido por flechas que
ella no reconoce.
¿Acaso él distingue
la muerte del deseo,
la pasión
de la inmolación? La cola de ella
le golpea los flancos, sus
gruñidos
le sacuden el cerebro.
Ella sonríe, se inclina
para él, y alza la grupa.
Versión
en castellano de Sandra Toro
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